Aquí tienen a este joven que
acaba de terminar la carrera universitaria. Hace algunos días que se examinó de
su última asignatura. No ha repetido curso, es que la alopecia en nuestros días
es una enfermedad terrible de la veintena. Todos andamos a la gresca con ella
en diferentes grados.
Podría pensarse que tiene el
gesto taciturno y que frunce el ceño para adecuar su retina a los rayos de sol
que inciden perpendicularmente en esta latitud en el cénit del verano.
Ahí se le puede ver con la maleta
y la mochila (que guarda como reminiscencia de sus días del Instituto) llena.
Probablemente haya cambiado las pilas de apuntes, los cuadernos (uno cambia los
cuadernos del Instituto por los folios de la Universidad como un rito de paso, y
debe aprender a escribir sin torcerse sin la ayuda de la cuadrícula, como uno
debe lograr aprender a sostenerse en la bici en algún momento sin los ruedines)
y los libros por un par de botellas de dos litros de refresco rellenas de
calimocho caliente y espumoso en el menisco.
Probablemente se dirija al coche
que tiene aparcado en el garaje en la izquierda de la imagen y que le ha
prestado su madre, y pase a buscar a algunos de sus compañeros y compañeras
para dirigirse a continuación a alguna playa a disfrutar de un viaje de fin de
estudios que rememorar con frecuencia en la desértica treintena.
Lo que ustedes no saben es que
este joven acaba de licenciarse como médico en la Universidad de Granada. Todo
un cerebro. Yo no le conozco personalmente, pero me han dicho que es un
estudiante modelo. De ésos que aparecen un día como tu médico de familia en tu
consulta y le das gracias al cielo por tenerlo. O de ésos que te dicen una
frase de ésas en el pasillo de un hospital que no se te olvidan jamás y que se
repiten en el seno de las reuniones familiares por muchos años hasta que muere
el abuelo.
Por lo visto este chaval es un
representante que ejemplifica bien la nueva generación de médicos que están
vomitando en algún sentido las Facultades de Medicina y las promociones MIR en
los hospitales en los últimos tiempos.
Jóvenes que contravienen el
paradigma médico dominante hasta hace algunos años.
Aquellos eran médicos de traje y
corbata, de clase media alta y urbana, de pensamiento conservador y liberal, de
mayoría masculina, que habían estudiado la carrera por puro biologicismo o por
tradición, que intentaban sacar tajada de su posición complementando su
ejercicio en una consulta privada, que no se cuestionaban una relación con la
Industria Farmacéutica que formaba parte natural de su ejercicio, que les
fascinaba la medicina hospitalaria y autoritaria, hospitalocéntrica y
médicocéntrica. La Medicina para ellos no era un medio, sino un fin.
Creo que Carlos pudiera
pertenecer al nuevo paradigma de médico. Chavales bien estudiosos con buenas
notas que estudiaron Medicina por “accidente premeditado”. Tenían claro que
querían estudiar Medicina porque tenían claro que querían cambiar el mundo y
tenían claro que no había mejor manera de cambiar el mundo que hacerse médico,
aunque probablemente se equivocaban. Pero uno tarda mucho en darse cuenta de
eso y tampoco hay quien detecte y avise de esa realidad y quien disuada cuando
se tienen 18 años, con ese futuro, esa ilusión y esa imponente carrera a punto
de comenzar tras grandes esfuerzos en los años del Instituto.
Carlos pertenece una nueva
generación de médicos que estudiaron Medicina entre compañeros de clase media y
media baja, de mayoría femenina, con fuerte compromiso con un sistema público
de salud y su defensa, de pensamiento progresista, que habían estudiado la
carrera por el paradigma biopsicosocial y humanista, profundamente humanista,
que concebían la generación de salud y de servicios sanitarios en la comunidad
y en los determinantes sociales de la salud y en la población misma, y que no
ejercían la Medicina como una manera de asegurarse una posición individual, o
no sólo. La Medicina había pasado para ellos a ser un medio más que un fin.
Deben ustedes saber que este
médico recién salido del horno mostró gran interés por algunos de estos
aspectos antes relatados y que incluso fue un paso más allá y pidió, por
ejemplo, realizar algunas prácticas en el medio carcelario, y el tema de Cárcel
y Salud siempre le interesó.
Resulta pues un ejemplar valioso
para la sociedad y un arquetipo a seguir, que debiéramos cuidar porque gente así
es la que hace grande a nuestro país.
Ahora les contaré que este chico,
aparte de participar en sus actividades y tareas académicas, realizaba
actividades extraescolares en otros ámbitos. Por ejemplo en el ámbito de los
movimientos sociales. Dicen algunos autores que es inconcebible que un
universitario (que ha llegado donde ha llegado con su esfuerzo, pero también
con la ayuda –económica, con los impuestos- de todos) no le devuelva a la
sociedad lo que ésta le ha dado. Para
ellos, el universitario debe ser un ser comprometido con la realidad de nuestro
tiempo.
Y qué mejor momento que éste
donde la estafa de la crisis ha sacado lo peor de las personas que nos
gobiernan.
Carlos participó en el movimiento
del 15M, siempre de una manera pacífica y democrática, como la totalidad.
Un día de huelga general salió a
la calle con los piquetes para defender el derecho de los trabajadores a
trabajar no solamente ese día, sino todos los días. Él, que tenía un sitio prácticamente
asegurado en la sociedad en una cómoda posición y con un sueldo bueno.
Entró en un bar de Granada con
más piquetes. En el bar se montó algarada… lo típico: cánticos, vítores,
consignas y tal. Ningún tipo de violencia física a los camareros ni a los
clientes ni mesas rotas ni destrozos de material. Una escena si no justificable
y honorable sí que inocente. Tan inocente que cuando se formó un poco de
revuelo porque llegó la poli, Carlos permaneció tranquilo, consciente de no
haber hecho nada por lo que pudiera ser castigado ni que representara ni mucho
menos un hecho delictivo, y salió del bar de los últimos.
Allí fue identificado. Los dueños
del bar denunciaron (y hay que decirlo: se enconaron en su postura cuando
hubieran podido suavizarla; gran parte de lo que sucedió después descansa sobre
su actitud) y un cúmulo de despropósitos se fueron sucediendo: una Fiscalía a
degüello y un Juez delirante que pretende un sentencia “ejemplarizante”: tres
años de cárcel. Efectivamente que ejemplifica la indecencia de un país y de un
momento, éste, recordando que no entra en prisión un defensor de los derechos
de los trabajadores desde la dictadura y que produce risa y vergüenza observar
las penas por comparación de los verdaderos delincuentes de este país. Hijos de
la gran puta que por ejemplo evaden dinero al extranjero mediante una fundación
de niños discapacitados o que se lucran con el dinero destinado a la
cooperación y desarrollo en los países del tercer mundo.
Así que ahí va Carlos de viaje de
fin de estudios, a la cárcel. No hay más que revisar la foto y ver cómo la
sombra de la reja va colonizando ya su hemicuerpo derecho. Me pregunto quién
será el Carlos que salga de ella. Probablemente salga hundido o un superhombre
redentor. Me temo que no hay término medio.
Me produce tremenda repugnancia
esta sociedad hipócrita y estos poderosos hilarantes que endiosan a personajes
como Mandela por sufrir cárcel por defender los derechos de los demás y los
derechos humanos y que mandan a prisión a un chaval de 25 años por lo mismo.
Dentro de 100 años miraremos con profundo sonrojo este episodio y nos rasgaremos
las vestiduras: oh Carlos, el héroe de los trabajadores! El tupamaro Mujica!
No olvidemos que aun con la
separación de poderes y con la democracia, no hay más responsables de una
sociedad enferma y de un sistema enfermo que sus ciudadanos enfermos. No
echemos las culpas, que residen en nosotros, a los demás. En eso también
consiste la soberanía del pueblo.
Hoy estoy de guardia y en un rato
sin pacientes escribo en esta habitación minúscula de baño compartido. De
cuando en cuando salgo y me echo un trago de agua largo y caliente de sabor ferroso.
¡¿Por qué sabe así todo el agua del Sistema Nacional de Salud, por dios?! Una
minúscula ventana, por la que entra el sofocante calor del verano. A través de
ella miro y sueño con la vida de ahí fuera; se escucha el rumor de los coches,
las sirenas que van y vienen, a veces la gente. Anhelo que lleguen las 8 de la
mañana y agarrar mi maleta de ruedas y calzarme mi mochila estampada al hombro,
ir para casa con el pelo graso y evitando el cagar a pulso ocasional de los
baños compartidos, sentarme en la taza propia y echar un reconfortante zurullo
de los que te dejan bienestar espiritual y dolor locorregional.
Me tumbo en la cama y pienso en
lo que significa dormir en un colchón ajeno todas las noches y si el colchón de
Carlos tendrá o no la viscoelástica ésa. Pienso en qué cosas vería y aprendería
Carlos cuando estuvo de Erasmus en Grecia, un país evidentemente no casual y
que dice mucho de él. Pienso en qué libros se leerá en la celda, si estudiará
el MIR, qué especialidad cogerá. Pienso si la comida del talego será como la
comida del hospital y no dejo de reparar en cuánto se parecen esas bandejas
compartimentadas. Me imagino la paradoja de un preso dando lecciones a sus
compañeros sobre “Cárcel y Salud”, pidiendo rotación a los médicos de su
prisión.
Hace tres años me invitó como
ponente a unas jornadas en Granada Farmacriticxs, una asociación de estudiantes
por una Medicina ética y transparente, a la que pertenecía Carlos. A mí me
gusta comentar algo cercano al lugar donde voy que le llegue al alma al
auditorio para intentar metérmelo en el bolsillo en los primeros minutos.
Recordé que había estado en un
pueblo de Granada cuando era estudiante de segundo de carrera, en un campo de
trabajo, en una granja avícola en la que trabajaban personas con algunas
minusvalías de tipo psíquico y que les ayudábamos en su trabajo diario como
seleccionar los huevos y cosas así.
Ese pueblo era Albolote, y reseñé
que era muy poco conocido, si acaso porque había una prisión.
Un estudiante del público me
interpeló y me dijo que él conocía bien la prisión porque había ido allí como
estudiante de Medicina.
En esa prisión, en la prisión de
Albolote, ha entrado hoy Carlos Cano.
Mucha fuerza compañero.
4 comentarios:
Excelente homenaje! Por la lucha, por la defensa de la sanidad y la libertad de trabajo, por la medicina sin centralismos... y tal (como vos decís) Y de yapa, "La murga de los Currelantes"!!
Un apunte con el que creo que Carlos está de acuerdo.
La situación no es más sangrante porque Carlos sea Carlos, porqueya haya sacado todos los créditos, ni porque sea ya licenciado o tenga espíritu y mente privilegiadas.
El ataque es contra la ciudadanía, contra la base y su derecho a protestar. Contra mi, contra ti, contra todos.
Contra Carmen, que con otro perfil distinto también va a entrar a la cárcel en unos días por ejercer su derecho a huelga.
No se nos debiera olvidar entonces mencionarla, ni a ella ni al resto de ciudadanos con causas pendiente por "atentado contra el derecho de los trabajadores".
Es más: si algo aprendimos cuando nos formamos en Cárcel y Salud es que a la cárcel van los que tienen peores recursos, peor educación y peores oportunidades en general. Los más pobres y más enfermos. Son una mayoría cercana al 90%.
¿A dónde voy a parar? Cuando Carlos salga que saldrá,y esperemos que pronto, ahí seguirán todos las injusticias entre rejas; sin blogs ni periódicos ni sindicatos que muevan un dedo por ellos.
Gracias por la entrada
"La cárcel es la pistola que apunta a la cabeza de la sociedad"
Es cierto. Mi hermano Carlos está ya fuera, pero eso no quita que lo importante no sea él, sino el hecho.
Decía Montesquieu:
Une injustice faite à un seul est une menace faite à tous.
Injusticia al individuo: amenaza a la sociedad.
Gracias por todos los apoyos.
Qué bien descrito, este post debiera quedar para la posteridad
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