La población de Castilla y León
se diferencia de la del resto de España en que es más vieja y está más dispersa
geográficamente. Esto encarece la prestación de servicios sanitarios y otros.
La falta de un adecuado abordaje
de estas peculiaridades, la falta de financiación adecuada y la tendencia a
apostar de un modo “soft” por la privatización de la provisión de los servicios
sanitarios ha originado varias problemáticas en la eficiencia y en la equidad
del sistema. Probablemente una de las más comentadas es la interminable lista
de espera.
Por ejemplo, dos años para la
interconsulta de oftalmología. Dos años en una cirugía de, por ejemplo, una
hernia inguinal. Quién va a defender la sanidad pública con tales perlas.
El PP, que gana elección tras
elección por apabullante mayoría, ha decidido vender en ocasiones la lista de
espera a la medicina privada, como es el caso, por ejemplo, de la lista de
espera quirúrgica. Si algunos hospitales privados son cuestionables en ciudades
grandes, en el caso de ciudades pequeñas que generan poco negocio este fenómeno
acontece con mucha más intensidad.
Los variados intereses de los que
reparten el pastel, además, provocan que no siempre los pacientes sean
intervenidos en la misma ciudad, sino que tengan que desplazarse a la ciudad
vecina, como de Salamanca a Zamora, a 60 km.
Sucede que estos hospitales están
rechazando a cualquier paciente que presente una mínima sospecha de poder
complicar una cirugía. Pacientes añosos, pluripatológicos, con alguna
particularidad e incluso pacientes, da vergüenza y pena decir esto, que toman
una pastillita para la tensión y otra para la diabetes tipo II (esta
información es verídica y contrastada).
Podemos decir así que privatizando
la provisión de los servicios en Castilla y León se cumple con más intensidad
la Ley de Cuidados Inversos (reciben más del sistema sanitario aquellos que
menos lo necesitan, y reciben menos los que más lo necesitan). El sistema
sanitario deja de cumplir pues, su función social y hasta casi humanitaria, que
es ayudar a revertir la Ley de Cuidados Inversos y ayudar a paliar las injusticias
sociales y las desigualdades.
Los pacientes puros, jóvenes y
que no tienen otras enfermedades tienen ventaja sobre los demás. Los pacientes
con familia, que tienen coche y/o la posibilidad de desplazarse a una ciudad
cercana serán más prontamente intervenidos.
Los pacientes más mayores, pluripatológicos,
más problemáticos, más solos y más pobres tendrán que esperar hasta que la
hernia inguinal se les incarcere o les crezca tanto que les dificulte (aún más)
la vida. Y así con otras cirugías y otras intervenciones sanitarias.
Nota al pie: Tudor Hart, médico
inglés, enunció en 1971 la Ley de Cuidados Inversos. Tudor Hart visitó la
provincia de Salamanca en varias ocasiones en los años 80, para participar en
actividades docentes.